Ya hace algún tiempo nos enteramos de la intención de una empresa de levantar un parque eólico en los Montes de Vitoria. Este enclave privilegiado, una de las zonas de más alta diversidad biológica de la Comunidad Autónoma, presenta una de esas paradojas tan propias del ser humano. La cara norte pertenece al territorio alavés y la cara sur a Treviño (Burgos). Tras la negativa de Vitoria de tener aerogeneradores en los Montes, la empresa decidió mover el parque unos metros más allá de la frontera provincial para ubicarlo en territorio burgalés. De desarrollarse finalmente el proyecto nos encontraríamos con una situación muy peculiar: un Parque Natural en la cara norte de los Montes y un Parque Eólico en la cara sur. ¿Absurdo no creen?
A menudo se asocia el movimiento ecologista con las energías “limpias” y es verdad que defendemos el uso de este tipo de energías frente a los combustibles fósiles. El problema es que, en España, la ubicación de los parques eólicos se ha planteado muy mal. A falta de una evaluación ambiental estratégica que incluyese otros factores a parte de la velocidad del viento, se comenzaron a instalar infinidad de parques eólicos en las cimas de nuestros montes y sierras. Desgraciadamente, los picos de biodiversidad terrestre en Europa se encuentran en las montañas debido a que los valles y las planicies están muy humanizadas. Así, hemos asistido a la destrucción de infinidad de hábitats, la primera causa de pérdida de biodiversidad.
Hecha la ley, hecha la trampa. Algunas personas de buena fe pueden pensar que los estudios de impacto ambiental pueden ser desfavorables y paralizar una actuación sobre el medio. Desgraciadamente en pocos casos es así. La empresa promotora de la obra es la encargada de realizarlo, ustedes me dirán. En el caso del Parque en los Montes de Vitoria, se alega que “se trata de un proyecto «incompleto», porque no incluye la línea de evacuación de la energía, que necesariamente debe pasar por las dos comunidades autónomas, por lo que el proyecto requeriría ser aprobado por el Ministerio de Medio Ambiente”. Ya ven, si mi Parque no cumple la legislación me invento el EIA y si cuela, cuela. Y muchas veces cuela.
Y que no piensen que me preocupan sólo las aves que chocan y mueren, que también. El problema de este tipo de infraestructuras es la destrucción del hábitat que va asociada. Además del lugar físico que ocupan los aerogeneradores, se desarrolla una serie de pistas forestales para que los vehículos de mantenimiento del parque puedan acceder así como la instalación de las líneas de tensión que conducen la electricidad producida y centros de control. Todo junto supone la destrucción del hábitat donde se instala el parque eólico.
Que nadie interprete que estoy en contra de la energía eólica. Nada más lejos de la realidad. Estoy en contra de la destrucción de hábitats con alta riqueza biológica. Existen mejores ubicaciones para los aerogeneradores por ejemplo las zonas urbanas e industriales (utilizando otro modelo de eólica, claro está). Si instalamos eólica para frenar el cambio climático pero, a su vez, destruimos la biodiversidad que conservamos apaga y vámonos.
Tenemos la obligación de conservar la diversidad biológica porque es el valor más preciado que poseemos. Sin ella no tendremos futuro.
Foto: anzanello (Flickr)