El valor de los concejos en Álava

Artículo de opinión de Txema Ruiz de Apodaca, miembro de EQUO

Podemos partir de saber qué es un Concejo, también llamados Concellos, Parroquias, Pedanías, Mancomunidades, etc. dependiendo de la zona geográfica en que nos encontremos. En cualquier caso no deja de ser la forma más sencilla y participativa de tomar decisiones en el seno de un grupo humano, y seguramente, la más ancestral.

Técnicamente es una reunión de vecinos agrupados en un núcleo pequeño de población, normalmente de carácter rural, que pueden tomar decisiones sobre sus ámbitos más cercanos. La unión de unos cuantos Concejos conforman un Ayuntamiento, y así, de forma piramidal, hasta las entidades más globales.

El auténtico valor de los concejos reside, precisamente, en su sencillez, tanto de concepto como de funcionamiento. Prima la horizontalidad, la transparencia, la participación, sobre cualquier interés personal o partidista. Las necesidades, problemas y oportunidades vecinales se exponen, se debaten y se resuelven en reuniones participadas por la mayoría de las personas, ya que a todas afecta y todas se sienten parte de la solución. Es una forma tan bonita de participar en la vida diaria de una población que ni siquiera las personas tienen conciencia de que están haciendo POLÍTICA, esa política con mayúsculas que pone a las personas en el centro de las decisiones, tan distinta de la política profesional, tan lejana, tan interesada.

También en el trabajo común del concejo existe la democracia, llamadas en nuestro territorio histórico veredas. Una forma de organización básica y regulada de manera muy sencilla por las que los trabajos de interés común o de mantenimiento del pueblo son realizados por los propios afectados. Lo normal es que cada casa del pueblo aporte un miembro a las veredas, que se realizan una o dos veces al año, y que son, además de trabajo, motivo de comunicación y convivencia entre vecinos.

Todo Concejo tiene un Presidente-Regidor que no es el que “manda”, sino el que representa al pueblo ante instituciones superiores. Se elige cada 4 años e, históricamente, son las elecciones más participadas de cuantas se realizan. Porque afecta a todos la elección de la persona correcta o capaz de coordinar los esfuerzos de todos, de comunicarse con las instituciones, de velar por el interés común. Porque no se votan siglas ni ideologías, sino personas con cara e historia que están cerca de nuestros problemas y necesidades. Porque nadie tiene que demostrar nada, ya que convivimos diariamente con cada “candidato”. Porque no lo conocemos por los carteles, marquesinas, prensa y televisión, sino que nos hemos visto nacer unos a otras, y el voto es realista, consciente. Eso sí que es un auténtico voto útil, el que sirve para el interés común. Y porque la Junta que sale de estas elecciones al Concejo (el próximo 1 de Diciembre hay elecciones, precisamente) es un grupo de vecinos amateur en esto de la política, que normalmente pierde más que gana, ya que dedica sus recursos materiales (viajes, móvil y otros gastos menores), su tiempo, sus energías, sus ideas, etc. para beneficio de todas, sin una contraprestación monetaria. A lo sumo el pago suele ser alguna comida institucional. Y la satisfacción, eso sí, de que el trabajo que se hace durante cuatro años sirve para beneficio de todos, para desarrollo y mejora del pueblo.

Por eso, aprovecho esta ocasión para proclamarlo, ¡están en peligro los Concejos y Entidades Locales Menores!, gracias a esa Ley de Administración Local que quiere colocarnos el gobierno de España, con el cuento de que gastan muchos recursos públicos. Los Concejos y Juntas Administrativas están en grave peligro por dos cosas: porque gestionamos y decidimos todos los asuntos en Asamblea, democráticamente, horizontalmente, pensando en las personas de carne y hueso que viven cerca de nosotras, y la democracia, como vemos por tantas y tantas leyes, no está de moda. Los gobiernos de las naciones quieren ciudadanos que paguen y callen. Los Concejos son una forma de autogestión modesta, pero sobre todo molesta. Molesta porque los recursos que hacen falta para mantener los ritmos alocados de consumo de las urbes se encuentran en las zonas rurales. En nuestros suelos están las bolsas de gas pizarra o no convencional, dentro de nuestras lindes están esas zonas tan atractivas para hacer chalés y urbanizaciones, en nuestros términos concejiles se encuentran recursos minerales que grandes empresas quieren explotar en su propio beneficio, etc. Tenemos los recursos que las grandes empresas expoliadoras quieren, y se gestionan de forma comunitaria. Y eso molesta a las administraciones, porque a una persona se le puede convencer o comprar, pero a una asamblea es más difícil.

Defendamos nuestros Concejos, desde el pueblo y desde la ciudad, porque defendiendo esta forma asamblearia de gestión estamos defendiendo nuestros recursos y los de generaciones futuras. Y sobre todo estaremos demostrando a las instituciones que otra forma de hacer política es posible, que podemos empoderarnos y tomar decisiones adultas y consecuentes.