Debemos llamar a las cosas por el nombre que la sociedad demanda: la
violencia de género es contra la mujer, es machista y no sólo se circunscribe al ámbito
de las relaciones familiares de pareja o expareja e intrafamiliar, ha llegado a los
adolescentes y se extiende en las relaciones laborales. Hasta la justicia se ha incluido
en este listado en forma de sorprendentes sentencias (la última sobre la versión que
un juez ha hecho en una sentencia sobre violencia machista de la expresión “¡zorra!”
aplicado por un “exhombre”/excónyuge a la mujer que fue su cónyuge, es,
lamentablemente, un claro ejemplo de lo que no debe ocurrir).
La lucha contra esta actitud machista obsesiona a las administraciones públicas.
¿Obsesiona de igual manera a la sociedad? Si hacemos un leve seguimiento de las
informaciones que aparecen en los medios de comunicación concluimos que sí, que la
sociedad se hace eco, máxime si hay una muerte. Junto a esto, el insoportable día a día
de la mujer que aguanta la “leve” y poca asumida violencia, ya psicológica, económica
o laboral, sustentada en que siempre ha sido así, dan una medida aproximada del
camino que aún queda por recorrer para hacer desaparecer conductas de tolerancia
con estas actitudes.
Los delitos contra la libertad sexual y la trata de mujeres, son dos aspectos que
también exigen una valoración y su inclusión dentro del concepto de violencia contra
la mujer.
La Violencia machista ha conseguido deformar el concepto de Igualdad,
dejándola relegada a simples medidas de carácter simbólico/legal con gestos y normas
que no pasan de ser formas sin contenido.
Los poderes públicos encargados del diseño de las políticas sociales tanto de
prevención y protección como de represión, llevan años generando normativa,
medidas y ayudas específicas, así como innumerables campañas en los medios de
comunicación. Asimismo, las asociaciones de víctimas completan este círculo de
reflexión y de protección sobe la violencia contra la mujer.
La pregunta es inevitable: ¿Por qué sigue aumentando la violencia machista?
¿Hasta dónde llega la desigualdad entre hombre y mujer?
Bajo la apariencia bondadosa de un crecimiento económico sin límites, la
realidad ha desmentido la bondad del mismo. La proyección de la riqueza sobre los
demás ámbitos de la vida, sobre todo en las relaciones sociales, no ha sido
proporcional. La equidistancia entre riqueza económica y equilibrio social no se ha
acortado: el acceso a más medios no nos ha hecho ser mejores, no nos ha hecho vivir
mejor, al menos a la mayoría. Aunque en esta época de grandes conquistas
económicas también ha habido grandes conquistas sociales: las diversas leyes de
marcado carácter social e incluso, laboral, que los gobiernos españoles han ido
aprobando en los últimos decenios así lo atestiguan. No obstante, podremos aprobar y
aplicar magníficas reformas legales, superiores en derechos a las de los países de
nuestro entorno, pero donde todavía no ha entrado la Ley es en la conciencia del ser
humano.
En este momento, con la crisis económica (y de valores) en la que nos ha
metido un desarrollismo desmesurado, con una precarización de los derechos sociales
en forma de recorte económico, el aumento de los actos de violencia machista da una
medida de todo lo que queda por hacer. Las denuncias por violencia de género han
aumentado en el último año en Gipuzkoa más de un trece por ciento. La Igualdad se
aleja.
Las personas que integramos EQUO partimos de una visión social donde la
riqueza y el desarrollo económico cobran valor en la medida que el ser humano y, por
ende, la civilización humana y el planeta que todavía nos acoge, es capaz de
soportarlo. No negamos el crecimiento económico, pero hay que ponerle límites:
genera desigualdades que, a su vez, provoca una colisión entre lo que hemos
alcanzado y lo que perdemos, cuyo primer efecto es el fracaso vital que en algunas
situaciones se traduce en actitudes violentas. Y en esta situación, las mujeres y los
niños son la parte débil. Y la civilización humana. Y el planeta.
En un mundo ideal los límites sociales del enriquecimiento deberían ser
autoimpuestos. Las legislaciones tendrían su sentido para compensar las desviaciones
sobre esos límites. Lamentablemente vivimos en un mundo contingente en el que la
Ley pretende suplantar a la conciencia individual para ocupar su lugar: ha
desaparecido la ecología del pensamiento, esa necesidad de encontrar el equilibrio
entre anhelos, necesidades y capacidad del mundo, de la sociedad y de los recursos
naturales para satisfacerlas.
Así las cosas, desde EQUO GIPUZKOA proyectamos nuestra visión sobre la
Violencia de género y la Igualdad en cuatro ámbitos:
INVESTIGACIÓN: ir a la raíz. Es necesario aunar disciplinas científicas (sociales y
económicas) para averiguar qué está ocurriendo en el seno de la familia y de la
sociedad en la que crecemos (educación, amigos, trabajo…) para que no haya avances
en la erradicación de la Violencia de género y se fomente la Igualdad. Es la primera
columna que sustenta la visión de EQUO. Fomentaremos la investigación profesional.
SENSIBILIZACIÓN SOCIAL: en un doble ámbito, de la sociedad y de las personas
que trabajan como profesionales en este área. Aunque aquí ya hay un importante
trabajo hecho, desde EQUO trabajaremos para que la sensibilización llegue a todos los
rincones de la sociedad.
PREVENCIÓN: una legislación facilitadora y exigente con la presencia de la mujer
en los lugares en los que su representación es mínima o nula provocará, a juicio de
EQUO, una mayor capacidad de gestión preventiva de la mujer, posicionándola con
ventaja y anterioridad a las conductas que le puedan debilitar. Además, las medidas
preventivas se deberán extender a todos los ámbitos: desde la seguridad ciudadana, a
la educación, al ámbito laboral, llegando hasta los medios de comunicación.
DETECCIÓN: junto a las actuaciones preventivas de las administraciones públicas,
en EQUO entendemos que la sociedad en su conjunto y en particular el círculo más
cercano a la mujer, junto con los profesionales de todo género que actúan en este
ámbito, está obligada a intervenir y comunicar las situaciones de violencia de las que
tengan conocimiento. Una educación exigente y una legislación consecuente facilitarán
esta situación.
En EQUO apostamos por reconsiderar muchas de las supuestas conquistas
sociales que en materia de legislaciones aprobadas en los últimos años llenan de
derechos para la mujer las bibliotecas legales de las administraciones públicas,
empresas, sindicatos y despachos de abogados, pero no han conseguido su objetivo
primordial: remover prejuicios y actitudes para que el equilibrio familiar y social entre
hombre y mujer sea real y no solo un deseo legal.
Las diversas legislaciones de conciliación de la vida familiar, los derechos
laborales emanados del Estatuto de los Trabajadores, son un claro ejemplo. ¿Para qué
sirven las reducciones de jornada por guarda legal, las excedencias por cuidado de hijo,
las bonificaciones de las cuotas de la Seguridad Social a las que tienen derecho las
empresas por las trabajadoras que se reincorporan al trabajo después de la
maternidad, los permisos de paternidad, si en la conciencia social todavía no hemos
dado el paso imprescindible para generar el cambio actitudinal que implique la
superación de los roles adjudicados a la mujer o al hombre? Mientras los hijos sean
para las madres, el dinero que las políticas sociales y laborales ofrecen no conseguirá
por si mismo la igualdad. El pilar de la educación es el fundamento para alcanzar el
objetivo.
Desde EQUO apoyamos una política social de igualdad autoexigente y
horizontal. Consideramos que es la única manera de facilitar a las próximas
generaciones la base necesaria para que desaparezca la violencia machista del seno
familiar, laboral y social. La consecuencia de esta política social, la última fase, será la
igualdad de los seres humanos en todos los ámbitos. Es el primer paso para la
sostenibilidad social y económica y, por ende, ecológica.
Somos EQUO.