Hoy hemos alcanzado la cifra de 7.000 millones de Homo sapiens en el planeta. 7.000 millones es un número que cuesta decirlo pero más cuesta mantenerlo. Algunas personas lo verán como un orgullo, otras como una curiosidad, pocas como un desastre. Parece que hemos abandonado nuestra elección evolutiva de poca descendencia pero bien cuidada por una estrategia propia de insectos (mejor tener muchos que pocos sobrevivirán). El problema es que somos muchos, y muchos sobrevivimos.
Como todo el mundo sabe (aunque algunas personas prefieren ignorar) vivimos en un planeta con un tamaño limitado. Dentro de este planeta existen unos recursos, limitados también. Algunos se regeneran pero a unas tasas que no van acordes a la voracidad humana. Este nuevo record de población humana no hará más que incrementar nuestra demanda de recursos lo que supone uno de los graves problemas de la humanidad.
Detrás de estas cifras poblacionales se esconden verdaderos dramas humanos que no salen tanto en los medios. Si el planeta (a menudo mal llamado “nuestro”) soporta esta carga es por las enormes desigualdades que existen en nuestras sociedades. Mientras que el 20% de la población consume el 80% de los recursos, el otro 80% sólo le queda conformarse con consumir el 20%. De seguir con esta dinámica, para 2030 necesitaremos la capacidad de 2 planetas para cubrir nuestra demanda de recursos naturales.
Las políticas de fomento de la natalidad en los países desarrollados son un gravísimo error. No se tiene una visión global de población humana. Nos hemos empeñado en dibujar fronteras y distinguirnos por el lugar donde nacemos, el planeta no entiende estas diferencias y los recursos naturales tampoco. Es una contradicción que países como China penalicen la natalidad y países europeos la fomenten. Debemos fomentar la inmigración como medida compensatoria de las pérdidas poblacionales en los estados, nunca la natalidad. Además debemos aplicar profundas reformas que fomenten la igualdad de todas las personas y que eliminen las diferencias entre ricos y pobres. Porque el verdadero problema radica ahí.
La eliminación de la pobreza contribuirá a reducir el crecimiento de la población y a conseguir su estabilización. Son los países ricos los que deben destinar el dinero necesario para conseguir que los países pobres abandonen esta situación. Debemos aprender de los errores que se cometieron en el primer mundo y fomentar un desarrollo sostenible que permita una armonía entre la población humana y los recursos naturales.
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