Por una democracia más participativa

Ciudadanía en la calle

Durante la Transición española primó la estabilidad y la capacidad para formar gobiernos fuertes ante la amenaza de ciertos sectores que reclamaban la vuelta a la dictadura. Esta capacidad favorecía a los grandes partidos y la hemos arrastrado hasta nuestros días.

Debido a esta situación, no han existido ni reformas ni criterios correctores que profundicen en la democracia. Desde entonces tenemos unas instituciones débiles, blindadas a la participación ciudadana. No se han desarrollado iniciativas legislativas populares, referéndums, consultas… la ciudadanía no tiene ningún papel. Tenemos un claro y reciente ejemplo: la última reforma constitucional por Decretazo.

La actual ley electoral favorece el blindaje a la participación ciudadana, expresa una proporcionalidad injusta e incapacita a los ciudadanos a tomar decisiones más allá de elegir una papeleta bloqueada.

En todo este tiempo nadie ha tenido un planteamiento de reforma del sistema electoral.

En teoría, nuestro sistema respeta la proporcionalidad y el pluralismo político. En la práctica tenemos un sistema mayoritario y restrictivo en cuanto al pluralismo y a la participación ciudadana.

Porque las formas son fondo. Los cambios radicales que se proponen no se improvisan, hay que recuperar marcos de referencia muy potentes.

El neoliberalismo aprovecha la actual coyuntura de crisis para recortar derechos democráticos. Vivimos en una profunda crisis política silenciosa que ha provocado muchos efectos devastadores. Desde la derecha se agitan las banderas de la angustia para generar miedo. El ciudadano se encuentra solo. Frente a esta situación del yo, el debate democrático y la toma de decisiones colectiva es hablar del nosotros y nosotras. No nos encontrarnos solos. Este es el debate que los lobbys de poder quieren evitar a toda costa.

Al final, favorecer la participación ciudadana es favorecer la transparencia.

Foto: fMoya (Flickr)